La Clínica Odontológica Universitaria de Manresa se ubica en un volumen preexistente en el interior de una manzana urbana, con una única fachada y lucernarios en cubierta como principal fuente de luz natural.
La intervención parte de esta condición para estructurar tanto la distribución como la atmósfera del proyecto. Los recorridos, las áreas de espera y los espacios clínicos se organizan en torno a los patios de luz existentes, que actúan como núcleos espaciales y reguladores ambientales.
El tratamiento de la luz ha sido el eje rector del diseño: se prioriza su entrada y difusión mediante materiales claros, superficies continuas y techos abiertos que favorecen la lectura espacial.
La disposición programática responde al ritmo impuesto por la estructura y la iluminación cenital, dando lugar a una secuencia de espacios equilibrada y funcional. El resultado es un entorno técnico y eficiente, donde la arquitectura transforma las limitaciones en oportunidades proyectuales.
Este proyecto de rehabilitación transforma un espacio interior de manzana, originalmente sin uso definido, en una clínica odontológica universitaria. El volumen contaba con una única fachada a calle y varios lucernarios existentes en la losa de cubierta, que condicionaban tanto la entrada de luz natural como la posible organización interior. Lejos de considerar esta condición como una limitación, el proyecto la asume como punto de partida estructural y espacial.
Los lucernarios definen el esquema general de distribución. Las circulaciones principales, los accesos a gabinetes y las zonas de espera se organizan siguiendo su emplazamiento, de forma que cada espacio clave queda vinculado a una fuente de luz natural. Esta estrategia permite evitar pasillos ciegos y favorece la orientación espacial sin necesidad de elementos añadidos. La luz cenital se convierte así en el principal recurso compositivo, generando atmósferas serenas y homogéneas en un entorno de uso intensivo.
La elección de materiales responde a la voluntad de amplificar la luz disponible: pavimentos continuos claros, tabiques blancos y techos metálicos perforados que permiten el paso de la iluminación artificial y ocultan las instalaciones sin fragmentar el espacio. El mobiliario clínico, de líneas sencillas y acabados blancos o neutros, se integra discretamente en el conjunto sin competir con la espacialidad buscada.
La intervención no se impone al espacio original, sino que trabaja a partir de él, estableciendo un diálogo claro entre estructura, luz y función. El resultado es una arquitectura contenida, donde el rigor técnico y la sensibilidad espacial permiten convertir un volumen duro y cerrado en un equipamiento sanitario y docente contemporáneo, luminoso y funcional.